miércoles, 26 de enero de 2011

El Miedo.

Esa sensación que te entra en el cuerpo. Te hace estremecerte, te produce escalofríos, te tiemblan las piernas, un sudor frío se adueña de tí, tienes un nudo en la garganta, no eres dueño de tu cuerpo. En esos momentos te gustaría correr, huir, esconderte y despertar en tu cama. Pero no puedes, ya te tiene, conoce tu corazón y es suyo. No hay nada que hacer, estás acorralado, no hay escapatoria posible.
Curiosamente el miedo no es un sentimiento caprichoso que te haya escogido simplemente por fastidiar, es culpa tuya. Cada uno de nosotros somos los responsables de nuestros miedos, nosotros los creamos, porque somos los que mejor nos conocemos. Lo creamos y lo alimentamos queramos o no. Es una de las razones por la que nos persigue, nos acecha en cdaa rincón, en cada esquina. Nos hace sentir angustia, pero es un fiel compañero que no nos abandona jamás, aunque se transforma con el tiempo. Es parte de nosotros, de nuestro subconsciente. Lo vamos ,poco a poco, haciendo más grande y astuto.
Tiene un aliado muy poderoso: la imaginación. La imaginación tiene dos caras opuestas: la buena, que hace que puedas volar hasta sitios insospechados y agradables; y la mala, que no dudará en apuñalarte por la espalda si tiene ocasión.
Este polizonte no se detiene por nada, en ningún momento. A veces podemos llegar a empequeñecerlo, arrinconarlo, encerrarlo en una jaula en nuestro corazón. Pero es justo en el momento en el que dejamos de verlo como una amenaza, en el momento en el que pensamos que lo tenemos controlado, cuando más fuerte se hace. Y es ahí cuando rompe los barrotes de la jaula que hemos descuidado.
Sie el miedo te atormenta no busques remedios ni soluciones ahí fuera, resuélvelo donde tendrá éxito, justo dentro de tí.
Por un mundo sin miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario