domingo, 13 de marzo de 2011

Un precipicio. Un gran vacío. Tu objetivo: llegar al otro lado. Dudas. No hay nada que pueda ayudarte, solo estás tú . Tú y un vacío inmenso. Tú y el silencio. Tú y la soledad.
Deseas ir al otro lado, no sabes por qué, pero no hay otra opción. Detrás de ti vacío, delante de ti vacío. Tienes la necesidad de seguir tu camino, pero avanzando.
Cada vez un obstáculo. Cada vez un impedimento que te retrasa y te confunde. Has superado muchos antes, demasiados, no has permitido que te quitaran la sonrisa.
Ahora es distinto. Ya no te quedan fuerzas, no sabes si podrás. Simplemente no puedes soportarlo todo.
No puedes hacer oídos sordos a las discusiones por lo mismo, a los lloros, los suspiros, la desesperación. No puedes tapar más tus oídos ante los gritos, ya no más. No puedes seguir obligándote a ser feliz cuando ya no lo eres. No puedes seguir forzando la sonrisa.
Ya no te quedan fuerzas, ni pensamientos positivos, ni buenas palabras.
Dudas, ¿podrás? Pero no sabes por qué te lo preguntas o retrocedes o...o ¿qué? Hagas lo que hagas habrá desgracia: si lo consigues tendrás que seguir enfrentándote a los obstáculos, y si no encontrarás más vacío.
Y ¿por qué no intentarlo? ¿Qué pierdes? No merece la pena. Tengo que seguir. No habrá nada bueno después. Tengo que ser fuerte.
Saltas. Saltas sin pensar, poniendo empeño pero sin esperanzas. Dando por sentado que no lo vas a conseguir. Cierras los ojos, señal de derrota. Un abismo se abra ante tí.
Y todos los momentos felices vienen de golpe a tu cabeza. De pronto todo tu ser se inunda de risas y miradas felices, de abrazos y palabras bonitas. Es en ese momento cuando decides o te das cuenta de que sí que querías luchar, de que debías haber puesto más empeño en el salto. En ese momento te das cuenta de que merecía la pena seguir sonriendo, seguir siendo feliz. Pero es demasiado tarde. Qué cierto eso de que cuando perdemos algo lo valoramos aún más.
Pero algo te agarra , sientes que tira de tí. Abres los ojos, te deslumbra la claridad. Y te encuentras al otro lado del abismo sin un rasguño. ¿Cómo? Te das la vuelta y ahí está la razón: muchas, muchas personas. Personas que siempre han estado ahí. Personas que estaban tapadas por la nube de malos pensamientos. Personas que siguen de cerca cada obstáculo. Que confían en que podrás. Que te ayudancuando te ves incapaz.
Ahí te das cuenta de que todos y cada uno de ellos tiene que enfrentar sus propios abismos, pero que si nos ayudamos seremos más fuertes.
Apóyate en los que te quieren en los momentos dificiles, lo agradeceras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario